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martes, 4 de febrero de 2014

¿Empezamos a movernos?


Hace poco vi en una red social la diferencia entre un jefe y un líder. Si alguno de vosotros ha estado trabajando en una empresa española sabréis perfectamente lo que es un mal jefe, sus virtudes, defectos, aptitudes y como no, ineptitudes.

Un mal jefe intenta imponer su autoridad, culpa ante el error, no enseña a sus trabajadores, se lleva los méritos sin felicitar a sus súbditos, ordena y manda.

La comunicación con un mal jefe es nula porque es incapaz de transmitir lo que desea o si es capaz, prefiere no comunicarlo porque siempre estará el miedo a “no vaya a ser que me pise”, ese miedo tan tremendo que tienen los jefes españoles al talento, no vaya a ser que enseñen bien a un trabajador y un día les quite su maravilloso trono, triste pero cierto.

Nuestra cultura promueve la proliferación de seres que, curtiéndose de su propia incompetencia, se convierten en caciques de su departamento/sección/empresa etc. Cuando digo nuestra cultura, hago referencia a nuestro propio sistema político donde, como ha quedado evidenciado, da igual que sean azules, rojos o verdes, la única varita de medición que les lleva al poder son sus maravillosos apellidos, sus contactos o su flamante cuenta bancaria.

Así, la mediocridad se convierte en el día a día de muchas de nuestras empresas donde personas que no tienen capacidad para gestionar un equipo, no tienen liderazgo y sobre todo no tienen conocimientos suficientes cómo para estar en esa posición, ocupan cargos con sueldos desorbitados en relación con sus (in)competencias.

Sabéis que me encanta generalizar y estoy generalizando, por supuesto hay personas valiosísimas y grandes líderes en las empresas españolas, si no, no existiría ni Inditex, ni Mango, ni Desigual, ni Repsol, etc.

Pero también están los anuncios de Campofrío y de las cervezas que nos intentan recordar como los españoles somos capaces de cambiar el mundo con unas cañas/copas en la mano… Todo eso está perfecto y así es, tenemos una cultura distinta, especial, somos alegres, honestos, disfrutamos de la vida y el “furbol” nos vuelve locos, pero también deberíamos mirarnos menos en el espejo y en lugar de ser tan espectadores, despertarnos y empezar a hablar en alto, a decir nuestra opinión sin miedo, a decirles a los malos jefes lo que tengamos que decirles y lo mismo a los directores de empresas, políticos o banqueros de turno que hemos permitido y permitimos que se apoltronen en sus posiciones. Si no luchamos nosotros mismos por defender nuestros derechos, nadie va a luchar por nosotros ¿empezamos a movernos?

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo […]
Mario Benedetti