Me educaron en el esfuerzo, en la búsqueda de la auto-superación y en el trabajo. Siempre he procurado conseguir los mejores resultados dentro de mis posibilidades. A pesar de que mi entorno fuera hostil, había algo dentro de mí que me incitaba a luchar, a superarme a mí misma. Y siempre me salió bien, sacaba buenas notas, conseguía mis éxitos y me sentía satisfecha con mis victorias.
Pero de repente todo cambió, los éxitos nunca fueron suficientes, los esfuerzos nunca fueron valorados, y todo lo que hasta entonces iba en ascenso comenzó a caer en picado. Entonces te analizas, haces introspección, y comienzas a aceptar que además de tus capacidades y limitaciones, existen factores que no puedes controlar: siempre estará el hijo/a de Fulanito, siempre habrá alguien mejor que tú y siempre han existido y existirán los pasilleros y los calientasillas que saben manejar muy bien sus cartas para obtener los mejores resultados.
Lo llamemos azar o lo llamemos destino, existen factores externos que se escapan de nuestro control. La frustración de ese Iker cuando ve que, de repente, a pesar de haber jugado un magnifico partido, tiene el destino del equipo en sus manos y bien por agotamiento, bien por la tan manida “mala suerte” en dos segundos todo el sudor se convierte en lágrimas.
Y mientras una reflexiona acerca de todo esto, los insurgentes o ¿indignados? deciden volver a acampar en Sol, porque no hay nada mejor que hacer, porque la palabra “trabajo” les produce urticaria, porque empiezan a subir las temperaturas y ¿qué hacemos? pues sabotear el metro de Madrid y asentarnos de nuevo en el centro de la ciudad ¿Y las 8.000 personas a las que han hecho llegar tarde a trabajar no están indignadas? Pues sí, y yo también lo estoy, yo también tengo de qué quejarme y a quién reclamar pero no me pongo un pendiente en la oreja y fumo porros mientras decido paralizar el transporte público. Qué fácil es vivir en casa de tus padres, tener buena comida en tu mesa todos los días y salir a la calle a quemar contenedores y poner la tienda de Quechua en la puerta del Sol.
En fin, con el tiempo he aprendido que es fundamental aprender y aceptar que en décimas de segundo tiras la moneda y todo cambia, y sobre todo es fundamental comprender, que a pesar de que la ira, la cólera y la rabia recorran tus venas, no merece la pena desarrollar ni albergar indignación contra ellos, bien sean “hijos de”, o “antisistema”: siempre estarán ahí.
What fates impose, that men must needs abide; It boots not to resist both wind and tide
William Shakespeare