El otro día me senté en una
terraza barcelonesa y como buena madrileña de pro, se me ocurrió pedir un tinto
de verano.
El camarero mezcla de guiri de
procedencia desconocida y con acento más desconocido aún, me miró con estupefacción y dijo en un
castellano macarrónico: ¿tinto de qué?
Entonces pensé: ya está el camarero guiri al que no le han
enseñado ni una noción de castellano y
sacando el mejor de mis acentos Made in
Madrid pero con aspiraciones de ser Made in USA, le espeté: I want something
called Tinto de Verano which is red wine with soda/sprite and sugar. Do you
know it?
Ante la mayor pasividad de su faz,
descubrí que ni siquiera debía de hablar en inglés, así que me planteé dos
opciones: (i) empezar a hablar en toda la retahíla de idiomas que me he
molestado en aprender en la escuela oficial de idiomas en estos 30 años o (ii) pedirle una caña/cerveza y que se
marchara tan feliz el muchacho.
Pero resulta que yo quería mi
tinto de verano, así que me armé de paciencia y decidí hablarle en castellano para
dummies (leer muy despacito): “Quiero
vino tinto y sprite todo junto en un
vaso, con azúcar y hielos” (mi mano acompañaba el mensaje para que entendiera
que todo en conjunto formaba mi deseo).
En ningún momento se molestó en intentar que algún compañero le ayudara o ver de qué manera podía buscar un recurso para atender mi petición, pero dijo que sí, que entendido y al cabo de un tiempo prudencial volvió con una copa tipo Cosmopolitan (el tinto de
verano más glamuroso que he probado en mi vida) que he de decir, contenía,
vino mezclado con una especie de gaseosa, por tanto, objetivo
medio conseguido.
Al pobre chico le di amablemente
las gracias pero la moraleja es muy clara: ya ni un camarero de un hotel de
cinco estrellas hace el esfuerzo ni mueve el trasero por descubrir como
satisfacer a sus clientes.
Y esto me hizo reflexionar que
nos estamos convirtiendo en robots incapaces de esforzarnos ni luchar
por lo que de verdad nos interesa. Vivimos en una época en la que todo está al
alcance de un click en el Iphone, en pocos segundos tenemos todo
lo que queremos: comida, bebida, viajes, amigos, potenciales parejas… y el
problema es que esa facilidad y esa oportunidad de elegir a nuestro alrededor
nos hace acomodarnos, rendirnos y frustrarnos ante la primera desavenencia
porque estamos acostumbrados a tenerlo todo a mano, hemos convertido a nuestro
teléfono en nuestro amigo y confidente, nuestra arma, nuestra compañía...
Pero la metáfora de lo ocurrido
me pareció muy aplicable a la vida real: si te apetece tinto de verano go
for it, lucha, esfuérzate y lo conseguirás y muy importante: si no te
quieres conformar con el tinto de verano Don Simón como rezaba aquel anuncio,
¡no te conformes! Aunque sea más difícil de conseguir sigue buscando el tinto
que sacie tu sed J.
¡Feliz verano!