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viernes, 24 de mayo de 2013

La mochila de Pocholo

Había una vez un niño llamado Pocholo. Pocholo había nacido en el entorno de una familia de clase media acomodada que le había otorgado una educación conservadora con los tintes liberales propios de una generación de progenitores a los que les habían hecho casarse con la convicción de que aquello era para siempre.  Pocholo creció así en un entorno lleno de contradicciones, en el que unos padres que pasaban largas temporadas sin hablarse debido a las constantes peleas, trataban de inculcarle valores como la constancia, la lealtad, la comprensión, el respeto mutuo...

Este entorno provocó que Pocholo llegara a su juventud creándose ideas confusas acerca del amor –el cual tenía idealizado, confundido en parte también por las películas de su favorita, Julia Roberts- y por ello, cuando se llevó su primera decepción amorosa, y perdió a la que creía iba a ser la Pocholita de su vida, en lugar de convertir ese dolor en acicate para crecer como persona y hacerse fuerte, decidió convertirlo en ¡una mochila!

Y sucedió que Pocholín- como le llamaban sus allegados- comenzó a utilizar esa mochila como refugio de su rencor, su dolor, sus miedos e inseguridades y  sobre todo, como coraza para evitar volver a sufrir: sería su propio escudo anti misiles.

Pocholo entró entonces en una dinámica de autodestrucción sentimental. Su mente convirtió a las féminas en toda esa colección de malvadas cuyo único objetivo era hacerle daño. Todas eran iguales. Pocholo dejaba escapar posibles amores con tal de no hacer el esfuerzo de que estos crecieran, cada vez que su mente consideraba que una mujer estaba traspasando el límite del compromiso, saboteaba sus relaciones y aunque la chica no le diera motivos para ello, siempre se auto convencía de que había optado por la mejor opción y así dejaba su conciencia tranquila: nadie le volvería a hacer daño nunca más.

Pocholo fue así acumulando años y por tanto kilos de mochila cargados de amores auto saboteados, hasta que una mañana apenas cumplidos 30 años, se miró en el espejo y cual Dorian Gray, aparte del incipiente nacimiento de unas cuantas canas y unas pocas patas de gallo, se dio cuenta de que su mirada estaba completamente perdida. De repente, se dio cuenta de que esa vida de barra que había decidido llevar para no tener que prestar atención a la mochila que se había dedicado a inflar no era sino un parche que tapaba lo que había en su interior: se había convertido en un ser completamente vacío y hueco.

Fue entonces cuando Pocholo, en un ataque de rabia, agarró firmemente la mochila con ambas manos y la abrió: podéis imaginaros lo que había ahí dentro... era difícil atreverse a mirar su contenido cara a cara y comenzar a sacar años de dolor, pero armado de valentía, consiguió vaciar su interior y tirarlo por la ventana. 

El sentimiento de liberación que invadió su cuerpo le hizo darse cuenta de lo injusto que había sido durante todo este tiempo haciendo tropezar con su mochila a todas las personas que, ajenas y desconocedoras de su dolor, se habían puesto en su camino. 

Desde entonces Pocholo solo utilizó la mochila vacía para guardar recuerdos de todos sus viajes…todos aquellos viajes que nunca se había atrevido a realizar ahogado por sus rencores, miedos y autolimitaciones. Pocholo, por fin, empezó a vivir.

Y colorín colorado, Pocholo se ha liberado.


Everyone that you meet comes with baggage. Find someone who loves you enough to help you unpack.

Unknown